viernes, 11 de marzo de 2011

Para la Rosada fue un “carnavalazo”

El gobierno apostó al éxito de la convocatoria. Contribuyó con herramientas y recursos y le otorgó un tono federal con eje en la diversidad cultural. Recobró el esplendor de otros tiempos.

Y un día el Carnaval volvió. Y volvió en todo el país, con miles de personas en las calles, récord turístico por el fin de semana largo y una idea resonando en el discurso oficial: el regreso de la alegría. De la mano del Decreto 1584/2010, firmado en noviembre por la presidenta Cristina Fernández, el Carnaval recuperó los feriados de lunes y martes previos al inicio de la pascua. La decisión de Cristina dejó en el pasado otro decreto, 21329/1976 que llevaba la firma del dictador Jorge Rafael Videla y que anulaba los dos feriados carnavaleros con los argumentos de la disciplina y la productividad. “No hay ninguna duda: esto fue un verdadero carnavalazo”, festejaba anoche el secretario de Cultura, Jorge Coscia, en diálogo con Tiempo Argentino.
El regreso a toda orquesta –perdón, a puro bombo y platillo– de los festejos de Carnaval mostró varios puntos de contacto con el Bicentenario. Desde una presencia masiva y sin incidentes en los 80 corsos de “carnavales federales de la alegría”, hasta un sentido de continuidad histórica: las primeras fiestas previas a la pascua cristiana llegaron a estas tierras incluso antes de que la Argentina existiera como Nación. En la Buenos Aires colonial, los bailes del final del verano –antecesores de los corsos contemporáneos- solían terminar en guerras de agua florida (agua de rosa) y huevos podridos: los ciudadanos respetables llegaron a quejarse ante el rey de España.
En el siglo XIX, el Carnaval también tuvo su momento de esplendor durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. El Restaurador de las Leyes era también el protector de la colectividad afroamericana, los “negros, pardos y morenos”, le respondían con un alineamiento incondicional bajo la divisa rojo punzó. Los negros estaban organizados en “naciones” y se juntaban en “tambos” donde hacían sonar sus tambores al son del candombe: cada “nación” tenía un toque característico. Según algunos historiadores de la época, Rosas tenía una simpatía especial por la “nación” Congo Augunga, que cada febrero se daba cita en la esquina de las actuales San Juan y Santiago del Estero.
No muy lejos de esa esquina, en la intersección de San Juan y Boedo, esquina famosa por el tango pero también por la murga porteña heredera de aquellas comparsas, se programó uno de los 80 corsos de los “carnavales federales de la alegría” que tuvieron lugar este fin de semana largo. El corso de San Juan y Boedo fue uno de los más concurridos. Las más de 50 mil personas que se congregaron en esa esquina entre ayer y el lunes pudieron ver de cerca la logística, la infraestructura y el merchandising –se repartieron remeras alusivas a los tres tipos de Carnaval de la Argentina: el norteño, el del Litoral y el porteño– que puso a disposición la Casa Rosada.
La organización de los corsos estuvo a cargo de la Secretaría de Cultura, la Secretaría General de la Presidencia y la ANSES. La idea de garantizar un festejo masivo en las calles partió de la propia Cristina. “El proyecto nació de la presidenta misma, ella nos convocó a través de (Oscar) Parrilli. La idea era que pusiéramos en marcha un programa de asistencia a las murgas y comparsas que les brindara ayuda económica, logística y difusión. Para eso se hizo un relevamiento de los corsos de todo el país, para poner en evidencia la enorme diversidad cultural de los carnavales argentinos”, dijo Coscia.

Publicado por: Tiempo Argentino.

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